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Entre tarjetas y papeletas anda el juego

Pensábamos, pobres ilusos nosotros, que no habría nada más importante de que hablar hasta primeros de noviembre que del Referéndum Independentista del Pueblo Catalán, cuando ¡zas! sin darnos cuenta se cuela en los telediarios, en las tertulias, en las de la tele y en las de los bares, en las conversaciones de la peluquería y hasta en la cola del médico, el asunto, que digo el asunto, el asuntazo de las tarjetas de Caja Madrid.

86 ciudadanos españoles,  y no sé si alguna ciudadana, se han pulido 15 millones de euros en diez años de las maltrechas arcas de Caja Madrid, que con abusos y dispendios semejantes no me extraña que tuviera que ser rescatada con tropecientos mil millones de euros, que por cierto los estamos pagando entre todos, hayamos tenido tarjeta de Caja Madrid blanca, negra o verde, opaca o translucida, o no hayamos tenido ni cuenta allí.

Esas 86 personas disfrutaron durante diez años de una tarjeta de crédito que no figuraba en ningún folleto de la caja, una tarjeta que no le ofrecían a ningún trabajador por domiciliar su nómina, ni a ningún pensionista por hacer lo propio con su pensión, y que por supuesto tampoco fue ofrecida nunca a ningún preferentista. Una tarjeta que servía para todo. Para sacar dinero contante y sonante del cajero en caso de apuro. ¿Quién no ha necesitado alguna vez ir al cajero de urgencias a por dinero en efectivo? Pues eso y si además no te lo cargan en tu cuenta, mejor que mejor.

Una tarjeta con la que pagar ese viajecito con la parienta, o con el pariente, que siempre has soñado y que por unas cosas y por otras lo has ido dejando para mejor ocasión. Una tarjeta con la que pagar esa estancia en el Hotel con Encanto que te recomendó tu compañero de asiento en el Consejo de Administración de la Caja, mientras escuchabais una aburrida disertación de como colocar preferentes a niños y jubilados.

Una tarjeta con la que invitar a los amigotes por tu cumpleaños, que una vez al año no hace daño, y ya que la Caja no ha tenido el detalle de regalarme nada … Una tarjeta con la que comprar en esa boutique gourmet tan exclusiva las delicatesen de la cena de nochebuena, para que vea tu cuñado con quien se ha casado su hermana, que ya va siendo hora.

En fin, una tarjeta que era la bomba y que como tal les ha terminado explotando en las manos a esos 86 ciudadanos y no sé si alguna ciudadana. Una tarjeta que le ha costado la dimisión a unos cuantos y la expulsión del PSOE  a otros pocos (bravo Pedro, por la decisión y por la rapidez de reflejos demostrada).

Una tarjeta que ha dejado en evidencia a más de cuatro (en concreto a 86) y que ha puesto de manifiesto la escasez de controlesque hubo sobre las cajas y que espero que no sea la punta del iceberg de algo mucho más gordo. Una tarjeta que ha hecho bueno ese refrán que dice que “la avaricia rompe el saco”. Solo así se explica que alguien que tenía un sueldo anual de más de más dos millones y medio de euros, necesitase una tarjeta en negro para  hacer la compra semanal en el súper de la esquina.

Pero como nunca llueve a gusto de todos, mientras unos dicen que no sabían que aquello era poco menos que ilegal y otros que devolverán a la voz de ya lo gastado, el molt honorable senyor Artur Más i Gavarró sueña con tener para él una tarjeta de esas de Caja Madrid que sirven para todo y que no te cuesta nada.

Una tarjeta con la que ir al Tribunal Constitucional y pedir a crédito un dictamen favorable a la Ley de Consultas catalana. Una tarjeta con la que ir al Palacio de la Moncloa y obtener de Rajoy el compromiso de iniciar los trámites para una reforma constitucional que dé cabida a los cambios producidos en España desde 1978.

Una tarjeta con la que ir por Europa y no tener que cambiar divisas al cruzar los pirineos o para comprar una entrada para una corrida de toros en Castellón o en Teruel. Una tarjeta que le permita votar el nueve de noviembre si Cataluña ha de ser un país independiente de España, con independencia de lo que piensen el resto de los españoles.

En definitiva, el molt honorable senyor Artur Más i Gavarró lo que quiere es tener una tarjeta como las de Miguel Blesa, que le saque del atolladero donde se ha temido él solito, porque si a Miguel Blesa esa tarjera le sirvió para tener contentos y calladitos a los miembros del Consejo de Administración y así, mientras estaban entretenidos en sus asuntos, no prestaban demasiada atención a lo que de verdad se cocía en las reuniones del Consejo de la Caja, chanchullos financieros, dispendios varios y preferentes incluidas, porque no le va a servir al molt honorable senyor Artur Más i Gavarró para despistar al Tribunal Constitucional, al Gobierno de España, a la Fiscalía General del Estado y todo aquel bicho viviente que no tenga claro sí el día 9 de noviembre los catalanes residentes en territorio catalán podrán votar si se independizan de España, así por las buenas y sin anestesia ni nada.

Pero todo no va a ser de color de rosa, que tenga cuidado el molt honorable senyor Artur Más i Gavarró, porque a los de las tarjetas los empieza a perseguir Hacienda, la Fiscalía y la opinión pública, y ya se sabe que cuando las barbas de tu vecinos veas cortar…
Y así, entre tarjetas y papeletas de votación nos llegó la abultada derrota del Alba en tierras catalanas (menudo repaso nos dio el Sabadell) y el primer contagio del virus del Ébola en Europa, que se ha producido en Madrid. A la ministra Ana Mato lo mismo le aparece un Jaguar en su garaje, que un caso de contagio de Ébola, y ella ni se entera, ni se inmuta, ni nada de nada ¿Entonces, de dimitir, ni hablamos?, que dijo aquel.