Se puede leer en Wikipedia que las agencias de calificación de riesgos, o agencias de rating, son empresas que, por cuenta de un cliente, califican unos determinados productos financieros o activos, ya sean de empresas, estados o gobiernos regionales (estados federados, comunidades autónomas). Sus notas o calificaciones valoran el riesgo de impago y el deterioro de la solvencia del emisor.
Que equivocado estaba. Yo que pensaba que eran personas vestidas de gris marengo, con un eterno y humeante cigarrillo a medio consumir entre los labios, que trabajan para empresas ubicadas en oscuros callejones de grandes urbes, en oficinas sin ventanas a la calle y alumbrados por bamboleantes tubos fluorescentes parpadeantes, a las que se llega tras sortear varios contenedores de basura y de espantar a una manada de gatos maullantes, y cuyo único cometido en este mundo era fastidiarnos el desayuno, la comida o la cena, depende de cuando se escuchen sus continuas predicciones de catástrofes económicas.
Pues bien, una vez conocida la verdad gracias a la Wikipedia, me pregunto si existirá también una agencia de calificación sobre la verdad de las promesas electorales.
No sé si las agencias norteamericanas Standard & Poor’s, Moody’s o Fitch, o incluso si la agencia china Dagong Global Credit Rating, tendrán divisiones que analicen el riesgo que supone, para el inocente votante, confiar en la palabra dada en las campañas electorales por los partidos políticos que concurren a las mismas.
Si el 20 de Octubre conocíamos la desagradable noticia (yo a la hora del desayuno) de que Moody’s calificaba la deuda de Castilla-la Mancha como de Ba2, y la situaba a la altura de los ‘bonos basura’, después de lo ocurrido en el Pleno del Ayuntamiento de Albacete el pasado jueves (27 de octubre), la palabra del Partido Popular dada al cuerpo electoral de nuestra ciudad durante la campaña de las últimas elecciones municipales, también pudiera situarse a la altura de esos ‘bonos basura’.
Cómo se puede confiar en alguien (léase Carmen Bayod) que se pasó los veinte primeros días de mayo de este año, diciendo a quien la quisiera escuchar, que la mejor receta para salir de la crisis es bajar los impuestos, en primer lugar a los empresarios para que puedan crear empleo y en segundo lugar a las maltrechas economías familiares, de tal forma que se les permita llegar a final de mes con mayor comodidad, y ahora, tan solo 138 días después de haber tomado posesión como alcaldesa, propone una subida del 3,2% en los impuestos, del 4,2% en algunas tasas, del 9,5% en el agua, del 33 % para la cuarta parte de la ciudadanía en la recogida de la basura, o del 20% en las tasas de la lonja y los mercados.
Este flagrante incumplimiento del programa electoral legitima, a los votantes del Partido Popular, a pedir explicaciones a quien corresponda, para exigir que se cumpla aquello que se dijo que se iba a hacer.
Los votantes del partido de las dos ‘pes’ tienen el legítimo derecho a estar cabreados con Carmen Bayod, la votaron porque querían que se les bajasen los impuestos, las tasas y los precios públicos, porque eso dijo que iba a hacer, y ahora se encuentran con que han votado al partido de las seis ‘des’, al partido de ‘donde dije digo, digo Diego’.
Y todavía hay quien se pregunta el porqué del desapego que la ciudadanía tiene con los políticos.