Todos estos verbos se conjugan de la misma forma, pero ni se usan por igual en la vida cotidiana, especialmente en lo concerniente al verbo dimitir, ni tienen la misma incidencia en nuestras pobres vidas mortales, porque todo depende de quién lo conjugue, pero sobre todo de cómo se conjugue.
Porque no es lo mismo que sea el ministro del Interior quien describa en el Congreso la actuación de la Guardia Civil en la costa española de Ceuta, que lo haga el director general de la Institución un par de días antes, que por cierto, flaco favor le ha hecho a quienes supuestamente intentaba proteger, al querer tomarnos el pelo y contarnos una milonga que difícilmente él mismo se podría creer, a la misma vez que vertía amenazas de querellas criminales a quien pusiera en tela de juicio lo que él nos contaba, como si su versión de los hechos fueran una verdad ex cathedra, pero que con el paso de los días ha terminado por convertirse en una burda mentira y en un patético intento de manipulación informativa.
Al ministro no le ha quedado más remedio que desmontar la versión del su director general, sin duda alguna porque los leones del Congreso imponen lo suyo, y ha terminado por reconocer el uso de pelotas de goma y otro material antidisturbios para tratar de impedir el paso a territorio español de un grupo de inmigrantes subsaharianos, de complexión atlética al decir del ministro y que a fecha de hoy le ha costado la vida a 14 de ellos y a una de ellas.
Y mientras que uno, el ministro, y otro, el director general, siguen en sus despachos de La Castellana y de Guzmán el Bueno sin intención aparente de aprender a conjugar el verbo dimitir, en las costas de Ceuta o de Marruecos, que para el caso es lo mismo, se busca a más personas desaparecidas.
15 personas se han dejado la vida en un vano intento de buscar una vida mejor, 15 personas, que a pesar de su supuesta complexión atlética, al parecer no fueron capaces de soportar el agobio que tiene que suponer intentar sobrevivir en el mar, mientras te están disparando con pelotas de goma desde la tierra a la que anhelabas llegar.
Triste y doloroso episodio por el que ha pedido explicaciones la Comisaria Europea de Interior, Cecilia Malmström, aunque fuera desde su cuenta de twitter, que vaya cutrerío se gasta la sueca, porque no creo que esa sea la forma adecuada de pedir explicaciones a un estado europeo, digo yo.
Como tampoco es lo mismo que el ministro de Justicia presuma del apoyo cerrado de sus compañeros diputados y diputadas populares en el Congreso, en relación con su última ‘gallardonada’, la retrógrada propuesta de reforma de la Ley del Aborto, que confunda interesadamente ese apoyo, con el apoyo cerrado del pueblo español.
Como ministro de Justicia debe saber que el Artículo 1.2 de la Constitución Española, esa contra la que Aznar hacía campaña por el ‘No’, afirma que: «La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado», y que a pesar de ser cierto que la mayoría de la representación de los ciudadanos en el Congreso han rechazado no debatir la Ley del Aborto propuesta por el Ministro, no es de recibo que diga entender que ese apoyo es la expresión de la voluntad popular, en un vano intento de confundir al personal y no ver, o mejor dicho, no querer ver, lo que ocurre en la calle, esa calle que un día sí y otro también, se llena de miles y miles de personas que no quieren que nadie decida por ellas, ni que volvamos a la Edad Media legislativa en materia de protección de los derechos individuales.
Gallardón se equivoca si piensa que el respaldo de los 183 compañeros y compañeras de partido equivale al apoyo de la mayoría de la población española en su cruzada antiabortista, porque obviar a los cientos y cientos de mujeres que se acercan a los registros de sus ciudades para solicitar registrar su cuerpo, no escuchar el clamor de miles y miles de personas que no quieren que nadie decida por las mujeres y solo hacer caso a lo que le dicta su moral, evidentemente católica, en un claro desprecio a los que no opinan como él, es como vivir recluido en una habitación del pánico, alejado de la realidad cotidiana, además de no atender al razonamiento de que la actual ley del Aborto no obliga a nadie, pero sí que da respaldo legal a la mujer que decide abortar.
Por último, nos encontramos con el verbo subir, ese que dicen no saber conjugar ningún dirigente político del Partido Popular, pero mira que lo practican con un ahínco inusitado, y la última, como no, ha sido la alumna más aventajada de colegio ‘popular’, nuestra querida presidenta, que ya es tener mala suerte que nos haya tocado a nosotros, con la de comunidades autónomas y ministerios que hay por ahí.
El Diario Oficial publicaba esta semana las nuevas tasas a abonar por la sufrida población castellanomanchega, y como viene siendo habitual la jefa ‘popular’ se ha empleado a fondo con los dependientes y sus cuidadores, con subidas en todo y para todo, y para muestra bien vale un botón: A una persona dependiente con una pensión de 1.000 euros mensuales, le va a costar 40 € del ala cada vez que tenga que pedir un certificado de su grado y nivel, cinco euros más de lo que le va a suponer la subida anual de su pensión, en esta ocasión por obra y gracia de la ministra que se declaró fiel devota de la Virgen del Rocío.
Y es que no hay manera, ni el Alba ha podido con el San Fernando, y pudo ser peor si Alberto no detiene el penalti cometido por Noguerol, ni la alcaldesa ordena a la concejala de Medio Ambiente que limpie, a la voz de ¡ya!, el vertedero incontrolado que está floreciendo a sus anchas a 300 metros escasos del Hospital General, ni vamos a saber cómo conjuga el verbo dimitir el director general de la Guardia Civil, ni vamos a ver a Gallardón entonar el mea culpa por sacarle los colores a la mismísima Marie Le Pen con sus políticas más allá de la derecha más derechosa, ni vamos a ver a la presi Cospedal reconocer que sus recortes en servicios sociales, Sanidad y Educación han situado a nuestra Región en el furgón de cola de la protección social, turismo sanitario incluido.