Como cada año, tras las doce campanadas y con la boca llena de pieles y pepitas de los granos de uva que todavía no hemos terminado de engullir, nos deseamos lo mejor para el año recién comenzado. Son deseos sinceros, aunque haga apenas unos días que hayamos tomado decisiones que afectan a la vida de otras personas.
El año 2012 ha empezado mal, muy mal, para los trabajadores y las trabajadoras del programa Enclave Joven; para aquellas personas que prestaban sus servicios en la Mancomunidad de la Sierra del Segura; para quienes han venido desarrollando su trabajado en el Centro de Interpretación de la Paz o en el vivero municipal de especies autóctonas; y para aquellos otros que han llevado a cabo varios programas impulsados por el Consejo Local de la Juventud de Albacete. Por no hablar de los trabajadores del Defensor del Pueblo y del Consejo Económico y Social.
Y digo que 2012 ha empezado mal, muy mal, para estas personas, porque por decisión de los gobiernos del Parido Popular en nuestra Región y en nuestra ciudad han pasado a engrosar las filas del desempleo.
Es duro, durísimo, perder el empleo. Pero todavía es mucho más duro y, sobretodo, difícil de comprender, cuando esta pérdida viene precedida de una decisión de alguien que se pasa la vida diciendo que hará “todo lo posible y lo imposible para generar empleo”, para “generar confianza que lleve a la creación de empleo” y para “desarrollar nuestra economía y que de nuevo se pueda generar empleo”.
Como se puede entender que, día tras día, se anuncien medidas y más medidas de recorte en el gasto público, medidas que conllevan inexorablemente a la destrucción de empleo, de empleo ligado a programas hasta ahora mantenidos con fondos públicos y que por mor del mantra de la austeridad pasan ahora a mejor vida, junto con los empleos asociados a los mismos y todavía seguir diciendo que el “empleo es lo primero”.
O alguien se ha vuelto loco o está tan alejado de la realidad que le da igual lo que pase con tal “de mantella y no enmendalla”, o no tiene conciencia de que sus decisión afectan a personas (que dicho sea de paso es la peor de las tres opciones).
Querido lector, imagínate al consejero o a la concejala de turno, en su despacho por la tarde, (se trabaja más tranquilo y sin molestias de ciudadanos quejicosos), repasando el presupuesto asignado a su Consejería o a su Concejalía, con el rotulador rojo de los recortes dispuesto a dejar su huella indeleble en aquellas partidas que, tras esta dura jornada laboral, serán solo un recuerdo de otros tiempos, en los que tras cada número, tras cada partida presupuestaria y tras cada cifra había personas, personas a las que iban destinados los recursos que estaban tras las cifras y personas que encontraban o mantenían su empleo gracias a esos recursos.
Desde que el PP llegó a los gobiernos regional, provincial y local, las personas han desaparecido de los presupuestos, ya no hay nadie reconocible detrás de los programas, ya no hay nadie con alma detrás de las cifras y ya no hay trabajadoras que tenga su medio de vida detrás de estas cifras.
Las cuentas, las cifras, los números han perdido parte de su alma, parte de su razón de ser, los programas ya no tienen cara, ahora son solo eso, cifras, número y cuentas que pueden ser borrados de la faz de la tierra con tan solo unos pequeños toques a la tecla que dice “retroceso” de nuestro teclado. Un problema menos y un recorte más.
Lo que no sabe o no quiere saber el consejero o la concejala de turno, como buenos avestruzes, es que cada vez que elige la tecla de “retroceso” del teclado está condenando al desempleo a un votante, está dejando sin empleo a un elector, que aunque solo fuera por instinto de supervivencia debería cuidar y proteger, en vez de castigar y reprimir un día sí y otro también. Sin duda alguna, porque ese consejero o esa concejala tienen ese perfil técnico que tanto se lleva ahora y del que, como sigamos por estos derroteros, tanto nos acordaremos.